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Por Pablo Stefanoni :: @PabloAStefanoni
Mucha gente cree que McDonald’s se fue de Bolivia durante el actual proceso de cambio iniciado en 2006. De hecho, el mito se instaló con bastante éxito y persistencia: qué mejor símbolo que la cadena más emblemática del capitalismo norteamericano saliendo de Bolivia precisamente en el momento en el que el país andino-amazónico comienza a descolonizarse. A la mitificación de la quiebra del gigante en los Andes contribuyó especialmente un documental lleno de wishful thinking llamado Por qué quebró McDonald’s (Fernando Martínez, Bolivia, Venezuela, Argentina, 2011) que pese a la pregunta que tiene por título nunca explica por qué la empresa abandonó el país en 2002. Ahora, el director de comunicaciones de Cainco (cámara empresarial de Santa Cruz), Ramón Freixa, anunció que la cadena vuelve a Bolivia después de trece años de la mano de un empresario del rubro automotriz.
El primer desembarco de McDonald’s en Bolivia es una buena postal de época, cercana y remota a la vez, y del colonialismo mental y cultural predominante. Un periodista dice a la pantalla: “gracias por confiar en nosotros” y una enorme entrada folklórica recibió a Ronald M. poniendo la autoestima nacional en un tacho de basura. Todo eso da cuenta de los años de entreguismo felizmente superados; por esos días, funcionarios bolivianos podían ir a la embajada de EEUU vestidos ridículamente de cowboys porque a la entonces embajadora Donna Hrinak se le ocurría festejar el día patrio con todos sus invitados disfrazados. Y había que garantizarse el visto bueno de la embajada para ocupar cargos estatales y mantener en orden la visa, que no solo permitía viajar a Miami sino dotarse de legitimidad política y social.
No obstante, la salida de la cadena de los tres departamentos donde estaba (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) alimentó una cantidad descontrolada de imágenes épicas acerca del triunfo de la empanada sobre la hamburguesa, de lo ancestral sobre lo global, del slow food sobre el fast food…. Por qué quebró McDonald’s exalta por ejemplo la vieja costumbre paceña de ir a almorzar a casa en lugar de hacerlo en un restaurante –como ocurre en el materialista mundo desarrollado–, pero esa realidad (hoy en transformación) era posible por una constatación no tan simpática: el bajo valor de los salarios de las empleadas domésticas que permitía –y aun permite, aunque en menor medida– tener cocineras a costos irrisibles que cocinan sabrosos slow food como chairo, sopa de maní, fricasé, picantes mixtos y otras comidas que nadie podría prepararse en sus dos horas de almuerzo, viaje a casa y trancadera incluida. En plan de resaltar lo ancestral, el documental mandaba a la mujer a la cocina.
En un artículo en Rebelión (13/11/2012), Octavio Fraga Guerra sube la apuesta: dice que “Las noticias sólo contaron las razones económicas de la salida de McDonald’s. Nadie habló de las verdaderas razones del cierre de esta transnacional”. Esas razones (ocultadas) serían que “En un pequeño lugar del mundo, existe, una sociedad tradicional con valores fuertes; que vive todos los días con sus tradiciones indígenas, mestizas y populares en armonía con la naturaleza y la tierra. Un país de fuertes sabores, donde lo auténtico aun existe y donde quebró y cerró McDonald’s”. Los bolivianos comerían alimentos sanos, limpios y nutritivos en contraposición a la “comida chatarra” ofrecida por la cadena estadounidense
Lo cierto es que Ronald M. se fue en pleno neoliberalismo y, paradojas de la historia vuelve ahora. Se fue con Goni y vuelve con Evo, porque el país está mejor, porque hay un boom de consumo y un crecimiento como nunca antes, porque la prudencia económica del gobierno es elogiada en elNew York Times y Bolivia tiene el 50% del PIB como reservas. Vuelve por lo mismo que acaban de instalarse Juan Valdés y Starbucks, porque sus cálculos les dicen que hay consumidores potenciales.
Son las astucias del capitalismo de la modernidad y de la globalización. Las mismas astucias que se ven en un reciente documental de la tv coreana sobre la influencia del K-pop (pop coreano) en Bolivia (donde, pese a todo, a menudo se sigue pensando que cultura es solo folklore).
En 2002, contra lo que dice el documental, no fue la cultura que le ganó a la globalización: fue la hamburguesa a 5 bolivianitos de la caserita de la esquina -no menos grasosa y de dudosa bromatología- la que venció al Big Mac. No fue el triunfo de la cocina ancestral. Para sostener la victoria de los granos andinos contra la amalgama cárnica hay que silenciar por completo, por ejemplo, la expansión del fast food en urbes populares como El Alto, con restaurantes con nombres del estilo de Andrews Chicken. Según datos de su secretario general, la Asociación de Trabajadores en Comida Rápida de El Alto agrupa a unos 300 propietarios de pequeños restaurantes, mayormente de pollo broaster (Página/7, 25/2/2012). También en el campo se comen cada vez más alimentos industrializados, especialmente fideos, y se pierde el consumo de quinua y otros productos.
Si en el citado documental se hubiera consultado a un nutricionista hubieran emergido varios problemas. Según un informe del año pasado (Fides, 10/1/2011), la dieta boliviana sigue siendo pobre en proteínas y vitaminas y se excede en carbohidratos y grasas. Se estima que siete de cada diez personas consumen excedentes cantidades de pan, arroz, azúcar, fideos y galletas en lugar de carne, verdura, frutas y cereales. Es sabido que cada vez se ingieren más fideos en la dieta popular –y que la desnutrición infantil sigue siendo alta–, además de la falta de control sobre el uso y abuso del aceite a la hora de freír y el exceso de consumo de gaseosas y azúcares, incluida la imperial Coca Cola.
Según un artículo en la BBC McDonald’s enfrenta algunos problemas económicos pero precisamente las críticas a la calidad de la comida y el auge de los productos orgánicos tiene su eje en el Norte (de hecho, la quinua boliviana va a esos mercados). Según datos de la consultora Technomic, las visitas mensuales a restaurantes McDonald’s de personas entre 19 y 21 años en EEUU cayó 12,9% desde 2011, mientras el porcentaje de clientes entre 22 y 37 no aumentó. En esos mercados creen los restaurantes que usan productos “cultivados con respeto hacia los animales, el medio ambiente y los granjeros”.
La historia de que el David boliviano le ganó al Goliat imperialista era linda. El problema es que era falsa.
 
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