#2
Los Chutillos
Día 24 de Agosto, San Bartolomé. En la plazuela Mejillones, desde las ocho de la mañana, los Chutillos fletan bestias que los conducirán hasta la capilla de San Bartolomé, sector que también recibe el nombre Cueva del diablo, lugar donde se inicia la fiesta.
A las 11 y 30 a.m. celebra la misa un solo cura. Se continúa con la procesión para la que levantan cuatro altares en los que descansará la efigie del santo o santos que ese día festejan. En el recorrido la procesión pasa por arcos de plata y vuelve a su propio altar, dando por concluida la primera fase de la fiesta en ese día.
A las dos de la tarde, aproximadamente, comienza la segunda fase que consiste en una especie de carrera de caballos, que parte desde la puerta de la capilla, pasando por la puerta del diablo, continuando por San Antonio, Chisiraya, lugar en que los Chutillos se detienen a descansar y a beber la chicha que les invitan los amigos y familiares que estaban aguar-dándoles; después continúa la carrera por Tturu o Chaca, hasta llegar al Teatro al Aire libre, lugar ya citadino. En este punto los grupos se dividen: los Chutillos de San Roque se dirigen a su barrio, y los otros dos grupos hasta el Arco de Cobija, donde se separan los unos a San Juan y los otros a San Benito, a celebrar la fiesta en casa de los pasantes y alféreces.
Otros años, el recorrido de los Chutillos es el siguiente: parten de la puerta de la capilla, pasar por el camino de Cantumarca, desvían por el cruce al Ingenio Velarde, pasan por la Chaca (puerta falsa del ingenio), llegan a la pulpería Velarde, suben por la calle lawa cayu hasta el primer Arco de Cobija. En este punto se dispersan los tres grupos dirigiéndose a sus respectivos barrios: San Benito, San Roque y San Juan.
Día 25 o del Majtillo. Se festeja en las casas de los pasantes o alféreces. También lo llaman uchú día (día del ají), uchú chico (día del ají pequeño).
Se efectúa la costumbre del ttipacu que consiste en prender en el pecho de los pasantes, billetes de corte mayor. Algunos mandan a la casa de los pasantes los tradicionales arcos, o sean los arcos ador nados de flores y papel moneda, que el siguiente año debe ser devuelto al próximo pasante, duplicando la cantidad que hubiera recibido.
Día 26 o del Thapuquillo. También recibe el nombre de dejamen. En la ciudad hacen guirnaldas de flores de papel, antiguamente eran hechas de filigrana de plata.
En el campo, o sea en la circunscripción de San Bartolomé, este día, los pasantes y sus invitados, tienen por costumbre cubrirse la espalda con los cueros de las llamas derribadas para la comilona de los tres días de fiesta. Así ataviados corretean por los cerros. En inris beben chicha aderezada con un pedazo de estiércol de llama y una hoja de coca. Toman alcohol.
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#3
Santiago de Bombori
Desde la apacheta se divisa un grupo más o menos grande de casas de adobe con tejados plateados de calaminas a juego con el enorme tinglado que cubre la cancha. Y camiones, buses y coches alrededor del pueblo. Lo que no se aprecia por ningún lado es la capilla de la época colonial en la que está el famoso, venerado, pero también temido, Santiago Apóstol, Tata de Bombori.
Fue un jampiri de Cochabamba que se hace llamar Señor de Bombori y al que la gente llama don Santiago (tiene cierto parecido con la imagen del santo —ver Escape del 6 de abril—), el que me habló de la gran fiesta que se celebra en el pueblo de Bombori, en Norte Potosí, cada 25 de julio, día de Santiago. Es la celebración por excelencia de los yatiris, muchos de ellos elegidos por el rayo. La figura del apóstol sincretiza la impuesta creencia católica con la deidad andina Illapa (rayo, trueno y lluvia). A él acuden “los que saben” para recibir su gracia para todo el año.
El 25 de julio, un grupo de estos sabios están tranquilamente en la apacheta atendiendo sus humeantes ofrendas. Abajo, cerca de la capilla, el ambiente es otro.
Son las 09.15 y, para poder llegar a la fiesta, hay que pasar y pagar el peaje improvisado que alguien ha colocado en el acceso a la localidad. “Son diez bolivianos”, dice un hombre tambaleante vestido con poncho y chullu. Tal como le damos el dinero, lo guarda en el bolsillo. Parece que la farra comenzó ayer, primero de los cuatro días que dura la festividad, y que la va a continuar hoy gracias a la financiación de los que siguen llegando al lugar.
Una mujer arrastra casi de la oreja a su tambaleante marido, hermano, o lo que sea. Está a punto de echarle un rapapolvo. Cerca, con la cabeza apoyada en la fachada de una vivienda, otro tipo duerme en una posición que no parece muy cómoda.
El día anterior llegaron la gran mayoría de los peregrinos y muchos se quedarán hasta el final, aunque no hay muchas opciones para dormir: la casa de algún conocido, una payasa alquilada en un cuarto o el propio auto. Y es que llega gente de todas partes: de Potosí, de Oruro, de Cochabamba... Incluso, hay autos con placas argentinas. Y otros, que no tienen matrícula alguna. Muchos de ellos son challados en el bautizo que se celebrará a lo largo del día.
Malena y Marcelo Villarroel han venido desde la Llajta. Sus familiares son fieles devotos del Tata y ellos, en cuanto dejaron de ser niños, comenzaron a venir. Él lleva ocho años seguidos acudiendo a pedir favores al apóstol. Ha traído el cuadro del santo que tiene en casa y lo lleva bien abrigado dentro de un aguayo en el que también hay billetes tamaño Alasita, pues es plata lo que está pidiendo. Porta también una imagen enmarcada más pequeña para otro familiar.
“Para creer es”, dice Malena del Tata. Asegura que antes le pidió ayuda para sacar adelante sus estudios de turismo y también dinero, y que no le ha fallado. Me invita a probar que no es mentira lo que ella y otros peregrinos cuentan. Si no tengo fe, puedo solicitarle algo pequeño, como hace su prima, quien les acompaña. Es su primera vez ante el Tata y va a pedirle algo sencillo. “Si le cumple, tiene que venir el próximo año”, señala Malena.
Otras personas llevan también aguayos en sus brazos, a los que abrazan como si fuesen bebés lo que están llevando. De algunas telas sobresalen camiones de pequeño tamaño que, como los billetes o las imágenes santas, pueden comprarse en varios puestos que hay en la calle de tierra que sube hacia la capilla, o en la propia plaza donde ese encuentra el pequeño templo, el epicentro de la fiesta.
La fachada de la iglesia es blanca por la cal que recubre la piedra y está techada con paja. A su izquierda se levanta, aunque no parece que le quede mucho tiempo de estar de pie, el campanario, que recuerda a los falsos decorados de los viejos westerns. Tiene dos pequeñas campanas de las que cuelgan, como algas botadas por el mar contra un acantilado, serpentinas ennegrecidas. A sus pies hay una mezcla de gente, carneros, algunos vivos, otros, muertos, y botellas. Es totalmente negra, y no porque esté pintada: es el punto de realización de las ofrendas al Tata.
“Me puedo enfadar”, advirtió el apóstol Santiago cuando llegó a estas áridas tierras hace mucho, pero mucho tiempo. “¡Yo soy el remedio! Ustedes deben amarme, atenderme. Si no, me iré a otro lugar”, espetó a los lugareños. Ésta es una de las leyendas sobre el origen del fervor por esta figura bíblica en la zona, recogida por la investigadora francesa Virginie de Véricourt en Rituels et croyances chamaniques dans les Andes boliviennes. Les semences de la foudre. Para obtener el favor del santo, la gente prendió velas y sacrificó carneros, ofrendas que hoy se siguen practicando.
#4
Carnaval en Tupiza
Entradas a caballo, bailes, coplas y juegos con harina recuperaron la tradición carnavalera de los pueblos chichas en el Carnaval de Tupiza. Las fiestas, únicas en el país, recuperaron la tradición participativa del municipio
La Entrada de comparsas congregó el 1 de marzo a las comunidades aledañas, los barrios y la población de la ciudad, capital de la provincia potosina Sud Chichas. Desde media mañana los comunarios de Chifloca, Pilquiza, Estarca, Cornaca, Yurcuma y otros sectores llegaron a la Plaza de la Estación (punto de concentración) al ritmo de erke, caja, anata, bombo y tambor.
¿Los ánimos? como los populares versos carnavaleros: "Diablito toque su caja/ que quiero yo entonar/ estas coplitas que traje/ para este gran carnaval”, que cantaban montados en caballos algunos chicheños.
Algunas comparsas barriales convocaron más de 500 bailarines y músicos que irrumpieron con energía en las calles, avenidas y Plaza Independencia de Tupiza. Unión Chicheña de San Antonio, Rosa Laurel de Remedios, Los Quebradeños”, "Los Jóvenes Quebradeños, Flor de Pueblo Nuevo y otras comparsas dieron no solo un espectáculo visual, sino un derroche de melodías y cantos carnavaleros.
Girasoles, choclos en caña y albahaca contrastaban con los blancos sombreros y las vestimentas de por sí coloridas de las chicheñas -blusas y polleras amarillas, naranjas, lilas, rosadas, verdes-. No faltó el panal de abejas, la "lechiguana”, que simboliza la fertilidad.
En las ruedas, grupos de mujeres se lucieron con las manos extendidas a los costados, arriba y al centro; mientras en las rondas las parejas bailaron tomadas de las manos. De fondo, las batallas de harina que protagonizaban los espectadores.
Con la maestría y sentimiento de los músicos al mando de anatas, cajas y erkes, la fiesta dese despidió hasta 2015 cuando volverá a reunir a los chicheños.
#5
Fiesta de la Cruz de Macha